Wedding Day (les debo la foto)

Todo esta listo, ya nada falta. La boda va tal como se planeó. Los invitados en sus respectivos lugares. Padrinos y Novio esperando la llegada de la novia. El futuro esposo temblando, con las manos en sus bolsillos, nervioso por tan glorioso día. El Padre impaciente porque tiene otras ceremonias después de esta. Pasan algunos minutos y llega el último invitado y toma su lugar, disculpándose con la cabeza por la demora.
El tiempo sigue corriendo, todos miran la entrada de la iglesia en espera de la futura esposa. De pronto comienza la marcha nupcial, todos miran entrar a la novia, con un hermoso vestido hecho a mano, blanco, tan puro como el alma de quien lo viste. Él la mira caminar hasta el altar, pasa saliva, los nervios lo dominan. Ella se ve hermosa, lo ve a los ojos y le sonríe.
Una vez que todos están presentes, empieza la ceremonia. Todos emocionados escuchan al padre hablar. Los novios sumergidos en los nervios, ella con una enorme felicidad que se deja ver en su sonrisa, sencilla, discreta pero muy profunda y expresiva. A él le tiemblan las piernas y comienza a sudar.
Entonces llegan a la pregunta que lo decide todo: “…si hay alguien que se oponga a esta unión, que hable ahora o que calle para siempre…”. El silencio llenó el lugar, la novia veía a todos lados esperando que nadie se opusiera, el sacerdote hace lo mismo y después de unos instantes y al ver que nadie se opone se disponía a proseguir cuando alguien rompe el silencio con un “yo me opongo”. Todos miraron sorprendidos, nadie esperaba que eso sucediera, y más fue el asombro al saber que las palabras procedían del mismo novio. Se alejo del altar y comenzó a hablar hacia su prometida: “Te amo… No hay duda de ello, eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida y no me arrepiento de todo lo que he vivido a tu lado, las sonrisas, los besos, el llanto, todo ha sido mas perfecto de lo que pude haber deseado, pero ahora, estando aquí a tu lado, en el altar, creo que no soy lo que tu mereces, tu eres alguien maravillosa y yo… no queda mucho de mi, no quisiera amargar el resto de tu vida…”. Sacó una pistola de su bolsillo, todos se alarmaron y se pusieron de pie, él los miro, a cada uno de los presentes, con un mar de lágrimas en sus ojos, colocó la pistola en su sien… Todo volvió a quedar en silencio, ella de rodillas, llorando descontrolado, su vestido manchado de rojo, se fue su pureza, se fue su amor, se fue todo lo que ella había deseado de este mundo. La iglesia se vació, solo quedaron ella y el cadáver de su amado. La mancha de sangre se había secado, el maquillaje fue barrido por el llanto y las ilusiones perdidas con el estruendo de un arma disparada. Todo acabó.